lunes, 5 de octubre de 2009

Pequeños placeres

Este fin de semana ha sido tranquilo, pero lleno de pequeños detalles. Una cena de seis personas que terminó en un caraoke de la calle Manuel Montt. Una tarde de sábado de fútbol y billares acompañada de Álex, Iñaki y Álvaro. Un pequeño asado de sábado noche con Eunís, Cora, Amelie y Álvaro. Y un domingo de sofá, lectura y skype.
Y entre la tarde con los chicos y el asado, un bonito contratiempo. Amelie me llamó a las siete de la tarde para decirme que un amigo -también francés- le había dicho que había un espectáculo de danza a las ocho, al lado del museo de Bellas Artes. Agradezco desde aquí a Amelie por llamarme, ya que fue uno de los mejores momentos de la semana, y des de entonces que sigo pensando en este proyecto de danza joven: “Con-jugando realidades”. Los artistas empezaron fuera, en la calle, con una actuación entre danza y teatro un poco surrealista -porqué negarlo- pero que invitaba a seguir viendo lo que nos querían mostrar. Diez minutos más tarde estábamos entrando en el Anfiteatro de Bellas artes, sin techo, pero con cojines en las gradas y un escenario que esperaba hacer vibrar al espectador. Y así fue. Incluso una niña pequeña que tenía detrás -no debía tener más de dos años pero se notaba que sus padres la deben haber llevado a más de un espectáculo por su atención puesta durante las casi dos horas que duró- se entristeció cuando interpretó que un hombre se enojaba con su mujer, o rió cuando la situación lo pedía. Y sin palabras, sólo con movimientos, saltos, caídas, vueltas... los bailarines evocaban situaciones cotidianas, realidades del día a día. Parecían plumas, con su cuerpo hicieron de la danza un arte fácil -sabiendo que no lo es para nada-, y guardaron una fuerte arma para terminar: un grupo de cinco chicos que en una película bien hubieran ido vestidos de ángeles, porque realmente pareció que flotaban en el escenario. Y todo esto gratis, pidiendo sólo la voluntad de quienes supiéramos ver su trabajo. La verdad, he pagado por ver obras que no le llegan ni a la sola del zapato.
Danza contemporánea, danza que me recordó la época al “Guillem de Montgrí” o al “Cine Petit” cuando preparábamos la función de final de curso, danza que me hizo y me hace pensar en una amiga especial que nunca ha dejado del todo este tipo de baile, danza que me hizo aplaudir porque realmente valía la pena, y no por compromiso o por educación.
Y cuando llegué al departamento, después del pequeño -y bueno- asado para cenar, me quedé sola mientras los otros iban a tomar algo. Y es que después de este pequeño placer envuelto de danza, quería otro: la lectura. A punto estaba de terminar el libro “Mujercitas” -el cual he terminado hace cuestión de dos horas- y quería sentarme en la cama mientras disfrutaba de este otro pequeño detalle. Últimamente no me apetece mucho salir de fiesta -a lo mejor es que me empaché cuando llegué a la capital chilena-, y aunque estoy segura que las ganas me volverán a venir, de momento continuaré disfrutando de pequeños momentos leyendo, escribiendo, y descubriendo la ciudad que me envuelve, y que tiene tantas dosis de arte escondidas -esperando, sin prisa, que las encuentre sin buscarlas-.

4 comentarios:

  1. amigaaaaa que bakan tu blog...ta fileteee jajajaja...nombrame alguna vez eso si jojojo
    que rico que te gusten las cosas de Chilee, a ver si te gusta tb constitucion cuando vayamosss!!! :-)

    besosss te kero muchooo!!!! Caro Campos..

    ResponderEliminar
  2. Caroooooo!!! obvio que el día que hable de la U la primera de quien voy a hablar eres tu!!!!!
    mis amigas y mi familia ya te "conocen"..jeje
    Y cuando vaya a conti una entrada especial te voy a dedicar!! ;)

    muchas gracias por todo Caro!!!!

    un beso muy fuerte! tk*

    ResponderEliminar
  3. ¡Enhorabuena! ya escribes como una chilena más ;)

    Eso sí, sigues sin poder estarte quieta y disfrutar de aquel país, que seguro que merece mucho la pena.

    Un petó garrida!

    ResponderEliminar