Todos nos dicen que ha empezado la cuenta atrás, que ya queda poco para que volvamos a casa. Aunque aquí -y permítanme el paréntesis- no todos lo vemos igual. El otro día conocí a dos chicas que llegaron a la capital chilena hace poco más de un mes y decían “uf, todavía nos faltan 4 meses”. En cambio nosotras, que llevamos casi 9 meses acà, cambiamos el “todavía” por el “solamente” aunque una parte de mi me obligue a creer que es mucho -suficiente para seguir descubriendo-.
Volviendo al principio, y haciendo caso a los que piensan que estamos en la recta final, es hora de hacer planes. Planes? Sí, planes. Contar asignaturas y créditos, pensar en las prácticas, en la vuelta a la rutina -nada que ver con la que llevamos acà-, contar dinero y ver que hay poco, darnos cuenta y asimilar el gran año que estamos viviendo -con pros y sin contras-. Planes sobre las últimas escapadas por Sur América -en mi caso Isla de Pascua-, planes para el verano, sus fiestas, su gente -nuestra gente-. Planes sobre qué pasará cuando nos vayamos de Chile, de este país que nos ha enamorado y nos sigue enamorando. Y hacer planes es divertido. Es divertido soñar despierto y es necesario tocar de pies al suelo de vez en cuando. Pero hacer planes puede traer pequeños disgustos cuando ves que estos puede que no se cumplan. Hoy me ha pasado esto. Un pequeño disgusto -por una buena causa- que ha hecho que me tenga que replantear uno de estos “planes” que me había imaginando infinitas veces en mi cabeza. Así pues, y con la esperanza -un poco/bastante/mucho egoísta- que el plan vuelva a su razón inicial, reinventaré el plan de mi vida a Barcelona el próximo año, reinventaré el plan que tantas veces soñé. Eso sí -y repitiéndome-, lo haré por una buena causa.
Volviendo al principio, y haciendo caso a los que piensan que estamos en la recta final, es hora de hacer planes. Planes? Sí, planes. Contar asignaturas y créditos, pensar en las prácticas, en la vuelta a la rutina -nada que ver con la que llevamos acà-, contar dinero y ver que hay poco, darnos cuenta y asimilar el gran año que estamos viviendo -con pros y sin contras-. Planes sobre las últimas escapadas por Sur América -en mi caso Isla de Pascua-, planes para el verano, sus fiestas, su gente -nuestra gente-. Planes sobre qué pasará cuando nos vayamos de Chile, de este país que nos ha enamorado y nos sigue enamorando. Y hacer planes es divertido. Es divertido soñar despierto y es necesario tocar de pies al suelo de vez en cuando. Pero hacer planes puede traer pequeños disgustos cuando ves que estos puede que no se cumplan. Hoy me ha pasado esto. Un pequeño disgusto -por una buena causa- que ha hecho que me tenga que replantear uno de estos “planes” que me había imaginando infinitas veces en mi cabeza. Así pues, y con la esperanza -un poco/bastante/mucho egoísta- que el plan vuelva a su razón inicial, reinventaré el plan de mi vida a Barcelona el próximo año, reinventaré el plan que tantas veces soñé. Eso sí -y repitiéndome-, lo haré por una buena causa.
