domingo, 30 de mayo de 2010

Naranjas, marrones, amarillos y rojos


El año pasado no tuve Otoño. Pero parece que este 2010 lo voy a vivir de principio a fin. Los naranjas, marrones, amarillos y rojos ponen color al Mayo santiaguino. Las hojas descansan en el suelo esperando que alguna persona feliz -no necesariamente tiene que ser un niño- pase saltando y salga de ellas el crec que esperábamos. Y es que una foto de Otoño gana a cualquier otra.

Sacar el abrigo del armario, ponerte medias debajo el pantalón, tener los guantes y la bufanda a punto, por si el día se despierta con ganas de helar. Sí, yo me considero una persona de verano, amante del calor y a quien lo le gusta tener los pies fríos. Pero si toca disfrutar del frío, así lo vamos a hacer. Y me pondré un abrigo, y saldré a la calle, y pisaré las hojas para sentir su crec, y esperaré la llegada a casa para tomar un te calentito, y veré rincones de la ciudad y pensaré “que bonita foto”.

Aunque no todo puede ser como un cuento de hadas. Con el Otoño, llega el frío, y con el frío, las polillas. Alguna en la entrada del edificio, alguna otra en el ascensor, alguna que se cuela en nuestro comedor. Suerte que les advertí, y espero que no tengamos que verlas muy a menudo.

Y sí, también me falta alguna cosa más. Aunque en Chillán pude comer castañas -para completar mi Otoño de cuento- continuaré soñando en el próximo otoño, cuando pueda comer las increíbles bolitas de castaña y chocolate de mi abuela. Estaba claro, en medio de tanto Otoño, faltaba el toque familiar.

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